jueves, 16 de abril de 2015

LOS PARLAMENTOS LOCALES Y EL MERCOSUR

La creación y puesta en marcha del MERCOSUR es uno de los desafíos y realidades plasmadas más importantes de la historia reciente de la Región en general y de la Argentina en particular. Las visiones cósmicas de las distintas vertientes ideológicas que gobernaron los países miembros ha marcado profundamente lo que el MERCOSUR significa y ha significado: desde una mera realidad virtual, pasando por un factor de constitución meramente presidencialista hasta la actual, con plena vigencia de los poderes democráticos y la concepción de Región Ampliada, con la aceptación de la incorporación de Venezuela, aumentando el concepto de Sur de Cono Sur por el de, simplemente, Cono Sur a secas. Esta realidad histórica nos da la pauta de lo vulnerable que es la constitución de un Foro Regional cuando los vaivenes de las ideas globalizadas se interponen de manera imperativa, con el mandato de “no permitir la unión”, o de “permitirla acotadamente”, como fue en la última década del siglo pasado. Pero no podemos dejar de lado lo que significa la puja por la supremacía entre el poder económico y el poder político. Cuando en la década del 80 se establecieron las aspiraciones del MERCOSUR lo que notamos es la intención primaria de la creación de un mercado común. Y esta base de creación fue sostenida y paralizada en la década del 90 por las ideas imperantes en los gobiernos miembros. Pero el concepto de mercado común era satisfactorio para los países centrales porque, de esa manera, podían disciplinar al sur del cono sur desde la opresión. La vida vertiginosa que toma el MERCOSUR se da desde la llegada de la nueva camada de gobernantes, alineados con un fuerte sentimiento regional, con la convicción de que no puede haber mercado común si no existen políticas comunes. Y este es el triunfo del poder político sobre el poder económico. En realidad, es el segundo gran triunfo, porque el primero fue la visión para su creación. Pero, ¿hasta donde llega la integración? El efecto no es igual en todos los países miembros. En la Argentina, por ejemplo, el MERCOSUR ha tomado un estado de conciencia popular inusitado, solamente atribuible al proceso de madurez política y de ratificación de lo regional implementado en las políticas de gobierno desde el año 2003. Esas políticas integradoras no dejaron de ser controversiales: la rotura de relaciones carnales lógicamente generarían coletazos desde los centros de poder. Porque el concepto de colonia no es el mismo que hace dos siglos, pero sigue sosteniendo el avasallamiento de las soberanías desde la intervención política (relaciones carnales), las decisiones económicas (convertibilidad, fuga de capitales), intervención judicial (creación del concepto de seguridad jurídica siempre y cuando esa seguridad beneficie al concepto de Imperio) y demás. Ausencia de políticas sociales y regionales, y la beatificación de la globalización como estado fantasma para hacernos suponer que nos encontrábamos insertos en el mundo. La eliminación de industrias, la permanente instigación a la comparación con otros países miembros como Brasil, por ejemplo, la creación de una zona supuestamente liberada para los terroristas islámicos en la triple frontera con intenciones dudosas de intervención, son algunas de las maneras en que el MERCOSUR era considerado como herramienta útil a los poderes internacionales dominantes. Pero la definición de globalización tuvo un nuevo giro con los fuertes conceptos e ideas gobernantes en la región en la primer década del milenio. La globalización se entiende ahora como un proceso que comienza por la región y que no puede dejar de mirarse desde dos perspectivas: la mirada hacia fuera de cada uno de los países miembros, su posicionamiento y su búsqueda de consenso regional por un lado, y la otra perspectivas que es la integración desde cada uno de los estados que integran una nación con otros estados que integran otras naciones. Porque, consolidado el concepto macro del MERCOSUR como fuerza geopolítica y geoeconómica, podemos determinar que es imprescindible la participación de cada una de las células que componen la nación en una subintegración. Pero la consolidación de la fuerza política del MERCOSUR también debe darse en el foro legislativo: la creación del parlamento del MERCOSUR tiene una fuerza y una dimensión aún desconocida en su verdadera potencialidad. Tener un parlamento regional, da la pauta de una verdadera integración por afuera del concepto de diplomacia parlamentaria. Esta fuerza integradora, se ve multiplicada en este momento con la elección de parlamentarios de manera directa en cada uno de los países, dando el concepto de órgano distinto a los parlamentos locales: casualmente de una entidad parlamentaria con representación exclusiva, dando la cabal idea de la fuerza del MERCOSUR y de la fuerza de los pueblos miembros del MERCOSUR. Esta fuerza se nutre de las experiencias parlamentarias previas, como la integración actual, generada de manera indirecta y en nuestro país, con la constitución de una delegación argentina con un doble rol: parlamentarios del MERCOSUR y parlamentarios locales. Y este doble rol, útil para la puesta en funcionamiento de este parlamento regional ya ha cumplido su ciclo. Las experiencias de vinculación entre parlamentarios subnacionales de los países miembros ya se llevan a la práctica por iniciativa propia de los legisladores. Pero esta iniciativa no sería posible si antes no se hubiese generado el concepto filosófico de MERCOSUR: el de la integración regional como fuerza política, económica y social. Los aportes que pueden efectuar los parlamentarios provinciales, estatales o estaduales en el MERCOSUR ya se llevan adelante: la conformación de corredores geográficos para la discusión de temas comunes son una realidad. Posiblemente debamos organizar de ahora en adelante una serie de acciones coordinadas para que las inquietudes de integración de algunos competan a todos, con una autoridad o foro que coordine y, sobre todo, comunique las acciones entre los distintos parlamentos locales en este tema.